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Jolie Mputela, experta en Relaciones Internaciones, cofundadora de IRDAS (Iniciativa, Retorno para el desarrollo de África Subsahariana) y responsable de la dinamización de la plataforma TongAfrika.

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En el Día Internacional contra la violencia hacia las mujeres, queremos denunciar en concreto la que conocen en su cotidiano las mujeres en la República Democrática del Congo. En efecto, hace más de dos décadas que la parte Oriental de este país está sumergida en una guerra sin precedentes. Guerra que algunos medios han llegado a llamar civil; otros, en cambio, la califican como un conflicto de interés, una guerra de recursos que tiene detrás la mano negra de muchas fuerzas como, entre otras, las multinacionales y algunos países occidentales.  Según ACNUR este conflicto tiene una de las tasas más altas de desplazamiento interno del mundo. Más de 5 millones de personas se encuentran desarraigadas por la inseguridad dentro de las fronteras del país, mientras que casi un millón de refugiados congoleños han tenido que buscar la seguridad en los estados vecinos. Los diferentes grupos armados y el ejército congoleño están infundiendo el terror entre la población que huye mediante asesinatos, mutilaciones, violencia sexual y pillajes.

                 Conviene recordar también que la sociedad congoleña es patriarcal por lo que la violencia que sufren las mujeres encuentra sus raíces del modelo en el que está construida la sociedad. La padecida por ellas en tiempos de conflicto solo es una agravante de un problema de género ya existente. Así que en estas líneas hablaremos de la violencia que sufren las mujeres en República Democrática del Congo tanto en tiempo ordinario como en tiempo de guerra.

La violencia sexual en los conflictos como táctica de guerra: motivos de preocupación.

A menudo en los actuales conflictos armados, llamados también nuevas guerras, las principales víctimas son la población civil. La República Democrática del Congo no es una excepción. La guerra del Congo se caracteriza por el alto número de bajas en la población civil y el terror al que ha sido sometido el colectivo femenino. La violencia sexual sistemática contra las mujeres ha sido uno de los rasgos característicos de esa guerra. Como bien dice el doctor congoleño Denis Mukwenge, Premio Nobel de la Paz 2018 por su labor en defensa de los derechos de las mujeres víctimas de la guerra del Congo, “el cuerpo de la mujer se ha convertido en un campo de batalla y las violaciones en un arma de guerra”.

¿Por qué las mujeres?

Caddy Adzuba, periodista congoleña y Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014, lo explica muy bien diciendo que las mujeres son los pilares en muchas familias africanas. Califica el uso de la violencia hacia ellas  en la guerra como una táctica para desintegrar las familias. En la guerra de Congo, cuando planificaron las estrategias a llevar adelante, se dieron cuenta de que atacar a las mujeres ayudaría a ganar la guerra. La mujer en el Congo está en el centro de la vida comunitaria porque tiene en sus manos la economía informal. En África detrás de cada mujer puede haber 20 personas, ya que dan a luz a muchos hijos e hijas y con 55 años pueden ser abuelas. Así que los recursos de familias extensas dependen de una sola mujer. Por esa razón las utilizan como arma de guerra, ya que si son torturadas no podrán ir al campo, ni trabajar y toda su familia estará en peligro. Esta es la lógica de la guerra: en lugar de utilizar 40 balas, con un solo disparo se destruyen muchas vidas.

La inestabilidad aumentó en el este de la República Democrática del Congo a partir del 30 de diciembre de 2018, en el período poselectoral; se vieron especialmente afectadas las provincias de Kivu del Norte, Kivu del Sur, Maniema e Ituri. En 2019, la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUSCO) documentó 1.409 casos de violencia  sexual relacionadas con el conflicto, lo cual supone un aumento del 34 % desde 2018. La violencia por motivos étnicos se disparó en 2019, en particular en las provincias de Kivu del Sur e Ituri. En Ituri, la milicia lendu tomó como objetivo a las mujeres y las niñas hemas al atacar las aldeas.

 Los miembros de las fuerzas armadas, desplegados en Ituri para defender a la población local, también estuvieron involucrados en actos de violencia sexual, en particular contra las mujeres y las niñas que trataban de huir de su aldea.

A menudo las mujeres víctimas de la violencia sexual se están organizando en agrupaciones para rechazar la guerra. Muchas son las organizaciones feministas que se ponen de pie en la calle para denunciar estos abusos. La resolución 1.325 de la ONU otorga la voz a las mujeres víctimas de la guerra para que puedan participar activamente en la reconstrucción post conflicto.

El Gobierno congoleño a través de la Ministra de Género, Familia e Infancia, Beatrice Lomeya, presentó el jueves 28 de agosto de 2020 en Kinshasa, en colaboración con ONU-Mujeres y la Embajada de Suecia en la RDC, la Estrategia Nacional de Lucha contra la Violencia de Género para eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas en la República Democrática del Congo (RDC). Dentro de las organizaciones feministas destacan dos estructuras que colaboran con IRDAS – TongAfrika en la lucha contra las violencias hacia las mujeres en el  Congo: el Programa Nacional de Salud Reproductiva (Doctora Julienne Tumba), y el Movimiento Inspiración social local liderado por Bijoux banyaku que trabaja con las niñas y mujeres de aldeas desfavorecidas de Kinshasa.

Los efectos de la violencia sexual se transmiten de generación en generación, a través del trauma, el estigma, la pobreza, la mala salud y los embarazos no deseados. Los niños y las niñas que nacen como fruto de la violencia sexual son a menudo calificados de “mala sangre” o “hijos(as) del enemigo” y son separados(as) del grupo social de la madre. Su vulnerabilidad les hace susceptibles al reclutamiento, la radicalización y la trata de personas.

Otra forma de violencia que sufre la mujer congoleña es la violencia socioeconómica y cultural

Existen ciertas normas y costumbres socioculturales que mantienen a las mujeres en una posición de sometimiento ya que se consideran “parte del patrimonio” del hombre; se definen sólo por su estatus marital. El hombre controla todas las actividades de la mujer, quien no tiene libertad, autonomía o poder. A pesar del crecimiento económico de las mujeres mediante su integración en la economía informal, son muchos los hombres que temen que sus esposas se enriquezcan, ya que esto supondría un peligro para su poder y autoridad. Las relaciones sociales se basan en gran medida en un equilibrio de poder y dominación de los hombres sobre las mujeres. Así, la violencia de género está particularmente extendida e incluso internalizada, ya que muchas prácticas no se notifican como delitos.

La escasa relevancia social que se otorga al colectivo femenino en general, así como la falta de educación y el desconocimiento de sus derechos, contribuyen a la prevalencia de la violencia doméstica y sexual en el hogar. Muchas veces los hombres eligen en matrimonio a una mujer con mucha diferencia de edad, para mantener su dominio sobre ella. Las relaciones de poder y la violencia física resultantes han sido en gran medida internalizadas por hombres y mujeres, e incluso pueden justificarse por la noción de educación. Además, ciertas creencias también alientan la práctica de la violencia sexual, ya que existe la firme creencia de que mantener relaciones sexuales con un menor de 10 años protegería contra la maldición.

A pesar de que la constitución de la República Democrática del Congo reconoce los derechos de las mujeres, persisten las prácticas sociales retrógradas y sexistas y la degradación de las condiciones de vida (maltrato a viudas, expolio de huérfanos, matrimonios precoces, mutilación genital, matrimonio incestuoso, creencia en la brujería, infantilización de las mujeres, prostitución juvenil o forzada).

Según las encuestas se observa que la violencia doméstica, violencia sexual y los matrimonios precoces y/o forzados están muy extendidos en las zonas rurales. Un 52% de las mujeres de 25 a 49 años se han casado entre los 15 y 17 años y un 49% ya han sido golpeadas por sus maridos o parejas. La relación entre hombres y mujeres es de dominación y sumisión, así que no se consulta a las mujeres en materia de relaciones sexuales, matrimonio y fecundidad, y también se les discrimina en cuanto al acceso a los recursos financieros, inmobiliarios y materiales.

En resumen, la violencia contra las mujeres en la guerra como táctica para desestabilizar las familias es un hecho en el Congo, puesto que ellas están en el centro de la vida comunitaria como pilar de la economía. Por otra parte, ciertas normas y costumbres socioculturales, la escasa consideración social de la mujer en general, así como la falta de educación y el desconocimiento de sus derechos son los obstáculos que impiden la igualdad entre mujeres y hombres en la República Democrática del Congo en todos los ámbitos de la vida social. También es importante señalar que el papel de la comunidad internacional ha sido, y sigue siendo, curativo frente a la violencia contra las mujeres en zonas de guerra en República Democrática del Congo: financiar una asistencia curativa a corto plazo a las víctimas a través de las organizaciones no gubernamentales, editar reportes de violaciones, etc. Todos sabemos que las guerras en Este, Sud y Centro de la República Democrática del Congo están relacionadas con la explotación de mineral (coltán, diamantes, cobalto etc.) a través de las multinacionales y sus intermediarios (los países del Norte). Sin embargo, no se ha tomado ninguna medida real o disuasiva contra los países y empresas implicadas en el conflicto más sangrante de los últimos 50 años. Os invito a mirar la Película SEMA dirigida por Machérie EKWA (2019) sobre la violencia sexual en R.D. Congo: